La mamá de Juan nos regala un mensaje reparador y nos invita a sembrar un árbol en nombre de Juan, para que a través de nosotros Juan resucite en cada árbol, en cada bosque, y así su muerte cobre el sentido que él quiso dar a su vida.

 

Bogotá, Jueves 19 de Octubre de 2017

 por Mireya Kurmen Gómez

 

La vida me enfrenta hoy a la lección más difícil que hasta ahora haya tenido: Asentir al destino. Asentir no significa aceptar con resignación, significa decir sí a todo, como fue, como es y cómo será. Significa bajar la cabeza con total humildad ante el Hacedor de las cosas, reconociendo que en el universo creado, en la complejidad de la vida, todo es perfecto, todo suceso por nimio o importante que parezca, obedece a un equilibrio perfecto. Nada puede ser de otra manera, como fue está bien, como es, esta bien, como será, está bien; entonces la única salida posible, es fluir con los designios de la vida, es ponerse en sintonía con el destino, sin ninguna resistencia, sin ninguna pretensión por cambiarlo, es reconocer que todo sirve a algo mayor, aunque desconozcamos el propósito, aunque sólo percibamos lo que nuestros ojos alcanzan a ver.

En la trama de la vida existe una infinita diversidad de fuerzas, que hacen imposible ver las cosas en blanco y negro; la vida es infinitas posibilidades y sin embargo, la paradoja produce un único resultado. Y en el universo de todos los universos posibles surge Dios, la cualidad emergente de todos los sistemas, en total armonía y equilibrio, definición que compartimos con Juan y a la que llegamos en nuestras conversaciones sobre lo esencial, no es un Dios personal que lleva un libro de cuentas donde tasa el bien y el mal, ni alguien que da o quita, que castiga o premia, es la perfección misma.

Juan Manuel mi segundo hijo, cuya vida celebramos, nació el 9 de marzo del 80, nació a los 10 meses de embarazo, ya para entonces tenía miedo del entorno y yo miedo de perderlo. Nos unió un vínculo muy fuerte y a él con su padre que lo deseó con intensidad, con su hermano mayor Olafo, que siempre lo llamó enano cariñosamente y su hermanita menor María, con quien aprendió a hablar y a quienes amó y cuidó como el mejor de los hermanos. Era un muchacho tímido, muy inteligente, excelente lector, amante de la ciencia y la tecnología, con gran talento artístico.

En cuarto bachillerato lo echan del colegio y decide validar solo su bachillerato y así lo hace, con muy buen Icfes. Para entonces ya era el más compasivo con su padre Rafael, Juan con el amor inocente de un niño por su padre, le llevaba la idea en sus locuras sin cuestionarlo, lo amaba profundamente. De él aprendió el amor por la lectura, la honestidad, la coherencia, el amor por la verdad, el humor negro que arrancaba carcajadas hasta el dolor de la risa incontenible. Con su padre conoció a Voltaire con su cándido, que le hizo cuestionar con el ojo crítico de un cínico, el orden social. El ajedrez lo afinó en la estrategia, en jugar con calma planeando con astucia cada jugada, anticipándose siempre al futuro y con profundo respeto por el adversario. Su papá fue su gran maestro. Con él hace su primer viaje a España y al poco tiempo, con la muerte de su padre, su vida se sume en el dolor de la orfandad, que como un bajo continuo lo invita a mirar a la muerte. Entonces iniciamos un trabajo terapéutico contra las adicciones que le permite tomar la vida y afianzar su carácter, sin dejar el alcohol.

Yo sentía su angustia y pedía al cielo un sueño que le permitiera amar la vida plenamente. Inicia sus estudios en Universidad Nacional, en biología, esa ciencia maravillosa de la que se enamora y encuentra entonces el propósito de su vida. Nuestra casa se convierte en el espacio del encuentro con sus amigos y compañeros, que traen consigo el despertar del amor. Muchos de los aquí presentes compartieron su pasión por las salidas de campo y disfrutaron de su amistad y su alegría. Se reía de manera estrepitosa con una risa plena que era su sello característico.

En la Nacional se gradúa de Biólogo y funda Albura: de los bosques para los bosques y convierte las maderas preciosas en las gemas de sus bellas joyas, con un mensaje que las trasciende para que la madera que tomaba del suelo de los bosques renaciera en nuevos árboles para la vida. Albura le permite además de ser joyero, ser carpintero, la madera le resulta un material noble, bello, inmejorable que le habla de todas sus posibilidades y se vuelve inspiración y realización en sus manos.

Conocer los bosques se vuelve su objetivo y particularmente encontrar formas de hacerlos rentables, para quienes los habitan. Porque ya no nos queda ni el 3% del bosque nativo y cuando talamos un bosque no solamente acabamos con sus árboles, sino con toda la vida que ellos albergan, con la productividad del suelo que en muchos casos, no tiene otra vocación que la forestal, acabamos con todos sus servicios.

Aplica para una beca y se va para Costa Rica al Catie y hace su maestría en Manejo y Conservación de bosques tropicales y biodiversidad, se gradúa con el mejor promedio de la Maestría y regresa a Colombia, dura meses sin encontrar trabajo, pequeños contratos con salarios pírricos. Sin embargo, para él lo importante era la oportunidad de aprender porque mucha de nuestra diversidad está por descubrir y le urgía reforestar.

Le encomiendo la tarea de adecuar la terraza para su hermana que ha regresado de Barcelona y necesita un espacio para vivir con Arnau y con su bebé, Albert mi último nietico. Dirige la obra y en compañía de Olafo hacen toda la carpintería.

Luego empieza a viajar y a reforestar, su dos últimos destinos Vichada un departamento como muchos otros lleno de abandono estatal, sin luz, sin internet, sin carreteras, pero allí sembró cerca de 10.000 árboles y finalmente Magdalena medio. Mamá me decía, conocí un reducto de bosque conservado y encontré zapan, granadillo, guatinajo, y encontré árboles que sólo había visto en los libros… Y conocí gente linda que apenas si saben leer y escribir y tienen un profundo conocimiento del bosque. Conocí, haciendas gigantescas cuyos dueños apenas si las visitan una vez al año con ingresos diarios de cifras inimaginables, que tienen trabajadores con un profundo conocimiento del bosque de sus especies y sus usos, que ganan un salario mínimo, tienen todas las prestaciones de ley y que nunca van a dejar de ser pobres, tenemos que reducir la brecha mamá, me decía, este es un país muy desigual. Tenemos que comprarle una finiquita a Nubia, la señora que trabaja con nosotros y a quien queremos mucho….

Con su hermano trabajan durante los últimos años en la construcción del taller de Albura y su casa, en la finca, planeaba terminarla para diciembre, apoya a María en todo lo que necesita especialmente en sacar de paseo a Tian su perro que adora a Juan y que lo busca siempre cuando llega a mi apartamento.

En estos últimos días estuvimos muy unidos, hasta que el domingo en la noche, María viene y me despierta para decirme que atracaron a Juan y esta grave en la Mederi. Venían de regreso a casa con la novia y los atracaron, le asestaron una puñalada en su corazón, llegó sin vida al hospital y aunque hicieron todo lo posible por reanimarlo falleció. En un momento mientras esperábamos que amaneciera para que Olafo, Adriana y mis dos niéticos mayores pudieran verlo, antes de que se lo llevaran a medicina legal, le dije a María que no podíamos guardar ningún resentimiento y ella me dijo: No mamá, no guardo resentimiento porque pienso “¿Qué les habrá entregado la vida a esos jóvenes para hacer una cosa así? Esa pregunta suscita muchas respuestas, y nos invita a no juzgar, a darle un lugar en el corazón a estos victimarios, y a responsabilizarnos de nuestra contribución pequeña o grande en este orden social que hemos construido, que como decía Juan es tan desigual, que niega a unos todas las posibilidades que a otros da en abundancia, que valora el tener sobre el ser.

Sin embargo, el dolor de la pérdida persiste, para muchos sigue siendo injusto, culpan a Dios, a los poderosos, a la corrupción… Otros piensan en los proyectos truncados y en el potencial de vida que se perdió. Otros tal vez, en qué hubiera pasado si hubieran hecho esto o aquello, todas estas son muestras de resistencia ante el destino. Los invito a asentir al destino, como fue está bien como es está bien, como será está bien y a sembrar un árbol en nombre de Juan, para que a través de nosotros su meta de completar un millón de árboles para sus cuarenta, se haga realidad con creces… Y Juan resucite en cada árbol, en cada bosque. Así su muerte cobrará el sentido que él quiso dar a su vida.

 

10 Octubre 2021

Queremos contarles a los fieles sembradores de árboles que nuestro empeño sigue vigente y que gracias a Daniel Bartels en colaboración con mi querida Claudia Moreno la hemos renovado y ahora el conteo de árboles que se registren se hace automático. Los invitamos a visitarla y a registrar sus siembras.  https://unbosqueparajuan.com.co

Gracias a todos, por su encomiable labor, de sembradores de árboles, gracias por su compañía silenciosa que siento con en otras ocasiones lo he expresado como un bálsamo para la tristeza de la pérdida de un ser tan maravilloso como mi querido hijo Juan Manuel.

Y gracias especialmente a mi prima Angela María Agudelo por su labor comprometida con sus pequeños alumnos de CONDAMINE Liceo Francés en Quito Ecuador por su siembra de más de 130 árboles en nombre de Juan, pero especialmente por su persistencia en que la página actualizara el contador. Ahora es una realidad. ¡Mil y mil gracias por tan maravillosa labor!